lunes, 13 de junio de 2011

130611 Un día, un Daniel

A veces te encuentro frente a mí de forma repentina. No estás solo, tampoco aprentemente estás para mí; aparentemente porque en tu corazón...lindo corazón que guardo en la distancia, entre cuestionamientos, en el elaborar diario, en la espera, en la calma y en la desesperación; en el dolor contenido y llorado de vez en cuando; sólo de vez en cuando...; mientras, el contar con los momentos precisos...tus palabras, tus letras. No las veo, las busco pero nunca están. Te observo, quiero quererte en tu nueva forma; entreveo...cosas..., no me gustan...Te quiero; Repaso con el puntero el contorno de tu cara...quiero hallar el sentimiento; lo necesito...¡no! ¡lo quiero!. En una actitud enfermiza te observo; desesperada, muy de fondo, desesperada....repiro hondo, disiento...espero sabiendo y con miedo. Vuelvo a mirarte, te pienso, mi corazón está herido y me siento estraña de tí.
Siempre te encuentro como amigo...No eres mi amigo, no soy tu amiga. Somos lo máximo; somos la mayor unión de lo que somos...¡qué necesito!...cómo puedes ver que te vengo con lo que más quieres; pregúntate, por favor; pregúntate. Escucha tus latidos; déjalos vagar por el fluir de tus respiros; que tus oidos no acepten sino la musicalidad del aire; que puedas incluirme en la realidad que observas aunque no me tengas delante...que no necesites cerrar los ojos y forzar la mente para imaginarme y así poder pensar en mí porque fuimos uno en carne mucho más tiempo del habitual y estoy en el conducto de tus ojos y tu alma está sacada del alma mía que te cedí.
Tus manos lindas y suaves, centro neurálgico de tu cuerpo...mantenlas suaves...que te reconozcan siempre...que conserven y elaboren miles de caricias, tuyas, que, mi amor, mi niño, sin duda necesito.

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