miércoles, 22 de junio de 2011

230611 suena el ratón

Antes de marcharse me dió un beso; un beso de labios finos que sabía a hielo y a adios; un adios cumplido de ser cansado de corazón aburrido de tanto resoplar; dividido, inconsciente, amante sufriente, endurecido; unas manos tensas que no juegan en la despedida; que separan manos que desean seguir abrazando una y otra vez; una y otra vez. Quedan los dedos impregnados de la textura invisible que suave y permanente deja el verbo Amar...lo arrastra uno consigo y, en los instantes contíguos, ya fuera de fecha, las lágrimas empiezan a borbotear desde el pecho, contenidas en los ojos, sentidas en las manos que no amaron bien...Se hace impetuoso el hecho cuando uno descubre que el sentir se lo ha traído consigo, que no puede ignorarlo, que no puede evadirse...que sus dedos acariciados guardan lo sublime de un cariño...lo recuerda y repasa con sus yemas el contorno de su piel...los labios se abrazan, el gesto se arruga, la cara se vuelve tierna y brotan dos tímidas lágrimas de emoción y de pena respectivamente...otro día lo haré mejor, se dice. Siente la distancia...lo inútil de rehacer lo hecho,...siente la impotencia de la negación, el derroche de quedarse con lo no dado...de no haberse  sostenido en la lindeza de su Ser.

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